Por Humberto Frontado
Un
agudo chiflido con una especie de modulación codificada rompió el silencio de
aquella calurosa y clara noche de un vacacional agosto. Iban a ser las ocho y
el silbido emitido ya era conocido; era una convocatoria para reunirse en uno
de los postes del alumbrado de la calle. Al sitio iban llegando uno a uno los
muchachos, con edad que oscilaba ente doce y quince años. Asistían para jugar
libertad, fusilado, tocaito y otra gran gama de juegos que iban apareciendo día
a día.
Para
esa época se había hecho una adaptación al juego de cowman o guerra, subiéndolo
de nivel. Se incorporó un interesante escenario, la línea de casas que daba al
poste estaba siendo reparadas y ofrecían una atmósfera muy especial para
esconderse en medio de la oscuridad. El grupo de muchachos se dividía en dos,
cada uno representado por un líder o comandante. Cada grupo se colocaba visible
en las casas del extremo del conjunto de cuatro casas. A la señal y grito de “ahora”
corrían y se introducían rápidamente en el interior de las casas. El juego
consistía en buscar en el laberinto de paredes al enemigo y al encontrarlo decirle
“estas muerto fulano”; tenía que decir
el nombre de la persona, sino no valía. Allí pasaban la noche jugando hasta que
se hicieran las nueve, hora en la que finalizaban las novelas de la radio. En
ese momento, desde los porches de las casas, empezaban las madres a llamar a
sus muchachos. Así iban saliendo de sus escondites los que no habían sido
atrapados por los enemigos.
En una oportunidad, reunidos como de costumbre debajo de la luz de la farola para comenzar la faena de juegos, uno de los niños hizo un paréntesis para sugerir.
- Hey muchachos, por qué en vez de jugar cowman, no vamos mejor a ver el televisor a que la señora Yolanda, me enteré que lo compró hoy.
Aunque ya en el campo había algunas familias con su televisión a blanco y negro, en la calle donde se reunían los jóvenes no había. No les fue difícil al resto del grupo tomar la decisión de ir a ver televisión, en lugar de a correr uno atrás del otro. Así los niños animados se fueron a casa de la vecina Yolanda. Cuando llegaron ya había gente frente a la ventana principal de la casa viendo la programación. Como pudieron se fueron colocando, buscando puesto. Veían las imágenes del televisor un poco lejos y no se escuchaba bien. Todos estaban emocionados viendo las escenas de la novela que estaban pasando, sin hacer ruido, como lo había pedido momentos antes la señora de la casa. Al terminar la novela la señora Yolanda apagó la tele y despidió a los presentes cerrando la ventana. Al salir del interior del patio uno de los muchachos con pícara mueca les hace una seña a los chicos y les comenta.
- Muchachos, mañana nos venimos más temprano y agarramos puestos delanteros… los sábado a las nueve hay “Cachascascán”.
Así
fue, los chicos ansiosos se reunieron en el poste a las siete y media de la
noche y se fueron directo a la casa del matiné. Los vecinos como que sabían del
espectáculo de la lucha libre, porque ya habían copado los primeros puestos.
Los niños se fueron acomodando entre los que estaban y esperaron que terminara
sábado sensacional en el canal cuatro. En cuanto se escuchó la música que anunciaba
el fin del conocido programa sabatino de Venevisión, la gente empezó a moverse;
la señora anfitriona cambió la tele al canal ocho de CVTV. Ya estaba comenzando
la programación de “Catch as catch can”, con Don Pepe Pedroza haciendo el
anuncio de la primera pelea.
Inicialmente
se enfrentaron el Doctor Nelson vs. el Fantasma. Aquello fue inolvidable, el
médico se elevó por los aires aplicando una patada voladora, que casi saca a su
oponente del cuadrilátero; las mañas y astucias del Fantasma no fueron
suficientes para doblegar al enmascarado. Así fueron transcurriendo entre
patadas, golpes y llaves el resto de las luchas. La teleaudiencia estaba casi
muda, sólo emitían seseos debido al compromiso por el voto de silencio. Cada
encuentro era mejor que el anterior hasta llegar a la último match, que era el
evento esperado. Se enfrentaba Bassil Batta contra el Dragon Chino; aquello fue
un combate a muerte, fue tan impresionante que prácticamente los presentes
quedaron sumidos en una onda hipnótica, nadie hablaba y se podía escuchar hasta
una mosca, sólo se veía en ellos muecas y ciertas contorsiones involuntarias. Terminó
el combate con un triunfo discutido por la rudeza y picardía impuesta por el
Dragón.
Terminado
el espectáculo los niños caminaron a sus casas hablando de cada uno de los
luchadores, sobre sus fortalezas técnicas y condiciones físicas; tuvieron
tiempo para reunirse en el alumbrado y continuar hablando de lo acontecido, se
sentían dichosos de tener ahora conocimiento de un tema que antes únicamente podían
ver en los cuentos escritos de El Santo y Blue Demon. La semana siguiente pasó
lentamente entre juego de trompos, metras, cuarenta mata, fusilado y pelota de gomita
en la calle, ante la angustia de los inesperados y sorpresivos encuentros de la
lucha libre.
Llegó el sábado y se llenó el patio con todos los niños de la calle, a la espera de la deportiva programación. En el momento que iban a cambiar al canal para el de las luchas se acercó por la ventana un señor moreno gordo sin camisa, resultó ser el esposo de la señora Yolanda, diciendo en tono altivo y grosero.
- Ya saben, no quiero oír ninguna bulla durante la lucha.
Uno de los niños que había llegado temprano y estaba pegado a la ventana levantó la voz exclamando.
- Señor Julio usted está loco… cómo vamos a ver la lucha sin hacer ningún ruido… eso es un castigo.
Eso bastó para que el refunfuñón señor
cerrara la ventana y despidiera a toda la gente presente.
Así
pasó el tiempo y ya nadie se acercaba a la ventana de la casa del matiné. Sin embargo,
fueron apareciendo poco a poco en los hogares de los chicos las cajas
televisivas, hasta que llegó el momento que prácticamente todas las viviendas de
los campos petroleros de Lagunillas tenían TV, como casi toda Venezuela y se
conectaban los sábados en una sola emoción: la pasión por el Cachascascán
Catch
as Catch Can se convirtió en el espectáculo por excelencia en Venezuela y otros
países latinoamericanos. Aquí se trasmitía a las 9 pm por CVTV o canal ocho
perteneciente al estado. Encabezaba el roster de los luchadores limpios Bassil
Batta junto a su hermano Jorge, luego Antonino Rocca, Joao Benfica, Doctor
Nelson, Neutrón, Tonny Garibaldy, El Barón Oliva, El Zorro Italiano, El
Siciliano, El Gigante Mike, etc. Por los sucios estaban Dragon Chino con su
inseparable Dama de las cadenas, El Gorila Enmascarado, El Gran Jacobo, El Caníbal,
Jaime el Fantasma, Pantera Negra, entre otros.
Generalmente
el espectáculo lo protagonizaban los malos de la lucha, haciendo alarde de sus
locuras y agregando novedosas sorpresas todos los sábados. El primero fue el
Dragon Chino, enmascarado y vestido todo de negro, acompañado por la Dama de
las cadenas. Este luchador usaba objetos contundentes escondidos en su traje o una
sustancia nociva que se la suministraba disimuladamente su complaciente dama o su
sinvergüenza second. El Gorila enmascarado logró gran conmoción cuando apareció
en una jaula empujada por cuatro musculosos hombres; venía encadenado por su alta
peligrosidad. Advertían por parlantes sobre el cuidado que debían tener los
presentes, por si se lograba escapar. El Gran Jacobo fue otro duro y astuto
luchador, quien con sus combinadas técnicas logró arrebatarle el título mundial
a su archienemigo Bassil Batta, al que no le sirvió de nada su pinza libanesa y
su salto de la muerte. Las luchas se caracterizaban por ser un espectáculo con cierto
hálito circense y cómico, principalmente en las personalizaciones de los
luchadores.
Al espectáculo
de Catch as catch can le salió al paso competencia. El canal cuatro de Venevisión
apareció con un programa similar de lucha libre, trasmitido el mismo día y a la
misma hora. Sus luchadores más reconocidos fueron El Gran Lotario, Ling Sung,
El tigrito del Ring, El Chiclayano, Kamba el Salvaje, Dark Buffalo, El
Sabatista, Olímpico, etc. El Nuevo Circo y el palacio del Deporte fueron los sitios
permanentes donde semana a semana Venevisión y otros empresarios presentaron
estos grandes eventos, que se extendieron durante las décadas de los sesenta y
setenta por las principales ciudades de Venezuela; acaparando la atención del público
que se desligó un poco del espectáculo del Béisbol.
Lagunillas petrolera fue una de las ciudades favorecidas con la
presencia de la lucha libre. En el estadio Cinco de Julio se llevó a cabo uno
de estos espectáculos. Todos los campos y sus alrededores estaban
convulsionados para ver el gran evento. Los niños de la calle de la señora
Yolanda se reunieron bajo la luz del farol para trazar un plan: meterse colados,
puesto que no contaban con el soporte económico para comprar las entradas, las
cuales oscilaban entre 7 y 15 bolívares.
Llegó
el día del gran suceso de lucha libre pautado para las ocho p.m. La tribuna
principal que era más económica estaba a reventar. Las imprevistas gradas
internas que rodeaban el cuadrilátero, ubicado en el infield del terreno de
beisbol, también estaban llenas. A la hora de inicio apareció la voz del
imponente Pepe Pedroza dando algunos anuncios y detalles del programa de luchas.
En una de las esquinas cerca del estadio estaba el grupo de niños esperando la
oportunidad para actuar.
En el momento que se anunció la primera
lucha entre El Sabatista y el Chiclayano los jóvenes caminaron disimulados por
la calle que pasa por detrás del estadio, desde allí amparados por la oscuridad
se introdujeron a una zanja que para el momento estaba seca. El canal los llevó
hasta la cerca de ciclón que bordea al parque. Desde allí verían a las patrulla
de vigilancia en su recorrido, aunque estuviesen más pendientes de la lucha que
cumplir con su trabajo. Después de culminar la primera lucha, los chicos
aprovecharon un descuido del guardia para, de uno en uno, trepar la zanja e introducirse
por un hueco que ya tenía el cerco. Caminaban sigilosos y se mezclaban con la
gente que en ese momento se levantaba de su puesto.
Ya
todos en el interior del recinto buscaron acomodo muy cerca del ringside, justo
en el momento cuando comenzaba el encuentro ente Ling Sung y Dark Buffalo. Después
de un corto tiempo de estudio Ling tenía dominado el encuentro con sus patadas
y golpes de karate, en un pequeño descuido del chino fue atrapado y lo sacaron del ring; en el piso, frente a
uno de los niños, le dieron con una de las sillas justo en la cabeza y fue
sacado todo ensangrentado sin poder recuperarse, no pudo regresar al ring para
utilizar su estocada mortal, se llevó la victoria el malvado Buffalo.
Aquel niño quedo conmocionado, acababa de presenciar un hecho sangriento y desgarrador al buen Ling. El joven continúo viendo el espectáculo hasta que ya acalorado salió a buscar algún sitio donde vendieran algún fresco. Notó que cerca a una de las torres de alumbrado había un grupo de personas alrededor del carrito de un cepilladero. Al llegar al sitio se encuentra con una gran sorpresa, estaba frente a su gran ídolo Ling Sung sin su kimono, todo limpio, peinado y acicalado comiéndose con gula un gran cepillado de colita. El inocente niño se le acercó señalándole la frente sin poder decir ninguna palabra, hasta que saliendo un poco de la impresión le balbucea.
- ¿Y qué pasó… con la cortada en su cabeza?
El
chino karateca le sonrió cariñoso y le sobó la cabeza zarandeándole el pelo. El niño quedó en shock, no podía creer lo que
había visto. En ese momento vió desplomarse un gran telón de desencanto sobre el
espectáculo de luchas, engulléndose consigo todos sus grandes héroes para
siempre.
13-11-2021.
Corrector de
estilo: Elizabeth Sánchez.
Fuente de información:
Blog Lucha libre en Venezuela.
Época dorada, por Guanche Canario
Que recuerdo los nietos sipre juagabamos con la goa elsita el fusilao
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