Por Humberto Frontado
¡Oh
sol altanero!... ¡ten misericordia!… ¡ten piedad de mí!
De un
zarpazo desgarraste la tenue y fresca prenda que me cubría.
Tus
puntiagudos y asesinos alfileres atraviesan mi delgada piel y hurgan mis
entrañas exponiéndolas ante ti.
Tu omnipresencia
cae abrupta sobre todos… el peso de tu calor nos posee.
Asfixias,
propagas nuestras angustias con un trato distante que raya con la perversidad y
el ultraje.
Te
tragas de un solo bocado la apacible lontananza que nos embebía… me invades, me
tomas y abusas como lo haces con todo lo que tocas.
Evaporas
mi piel… con intenso escozor he de moverme.
Quienes
me surcan con sus exiguos navíos se ven agitados y rompen su aletargada mesura existencial.
El
viento emerge abrupto de su pereza, se mueve de lado a lado buscando zafarse de
tus acuchillantes rayos de ardor.
En el
Zénit de tu manifestación atizas con furia tu flama… sin tregua y sin compasión.
Esparces
una extensa gama de matices que hipnotizan a quienes inocentes notan tu presencia
y se arriesgan a perecer en tus brazos.
Tu intenso
brillo y calor hace perder la importancia de la distancia de tu apariencia.
No me
queda otra cosa que surfear en el vórtice de tu magnificencia y esperar tu
indubitable ocaso… amén.
30-04-2023
Amén hermano
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