Por Humberto Frontado
Manos
madres
nacidas de noble arcilla,
de inteligencia propia,
de un actuar
emancipado de la razón.
Manos
madrugadoras
que al despuntar el sol
lo agarraba por el asa
y se lo engullía
en un sólo sorbo.
Manos
pergaminos
que llevaba grabado
el jeroglífico histórico
de las cicatrices de la vida.
Manos
palpitantes
que al compás de sus emociones
mecieron la hamaca
de los que amó.
Manos
sagradas
que se aferraron
al obstinado pilón
para descascarar
el maíz eterno,
manutención del alma.
Manos
certeras
que, sin compasión
caparon, rasuraron
y desgajaron los
marranos de pascua,
año nuevo
y toda santa festividad.
Manos
pecosas
manchadas de sangre
y restos de cuero
de una rodilla,
codo o frente
de algún integrante
del enjambre familiar.
Manos
tiernas
paciente maestra
que enseñaron
los quehaceres primigenios
y que quedaron
para la eternidad.
Manos
callosas
donde buscaron acomodo
rústicas herramientas
que esgullaron caracoles,
buscando las perlas
del tiempo y las incertidumbres
Manos
salitrosas
que no dieron abasto
para vaciar las maras
en el inmenso pillote
de la esperanza.
Manos
piadosas
que una vez
se elevaron al cielo
implorando agua,
reclamando al eterno
el milagro que su santo
no había cumplido.
Manos
mentoladas
que en un santiamén
esfumaban fogajes,
sanaban heridas
e inhibían todo dolor.
Manos
melcochosas
que trenzaron sinuosas,
maleables y cristalinas
clinejas
del ardiente sol.
Manos
zurcidoras
que remendaron tacos sobre
tacos
en ruñidos pantalones
hechos de sacos de harina.
Manos
de escarmiento
que se desplazaron abruptas
para dar un certero coscorrón,
o una nalgada de ajuste
moral.
Manos
tenues
que apartaron las burusas
en el efímero pozo de la
quebrada
para saciar la sed de consuelo.
Manos
estoicas
que una vez fueron viseras
cuando con la vista
se buscaba impaciente
en lontananza
la nave que traía de vuelta
al que hacía tiempo había partido
Manos
Victorinox
que en un santiamén
acicalaban narices,
extraían lagañas
y aseaban oídos.
16–09-2023
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez
Esas son las manos de nuestra querida madre.
ResponderEliminarSin duda alguna conocí desde carajito esas manos. Conforme leía me trasladaba a Mi Refugio ubicado en el Silencio. Abuela Marina manos madres
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