Por Humberto Frontado
Una risueña mañana, la bella
Cucarachita Martínez limpiaba el zaguán de su pequeña casa, muy ajena a lo que
el destino le tenía deparado.
Sorpresivamente, el destello
de algo desconocido entre unas botijas de agua atrajo su atención: era un
mediecito de plata.
Como un resorte la bella damisela
se movió abruptamente y recogió la moneda, guardándola en el bolsillo de su
delantal.
Siguió pausada en su labor
sin dejar de tocar intermitente la moneda en su bolsillo, mientras pasaba por
su mente pensamientos de qué hacer con tanta plata, ¿qué comprar?
Pensó en adquirir una nueva
casa más grande, un carro último modelo, salir de viaje por todo el mundo.
Hasta que ya, por último, entre tantas opciones, decidió comprarse un bello
vestido rojo.
Ataviada de rojo carmín sus
amigas envidiaban su gusto por tan bello traje. La despampanante dama despertó,
así mismo, el empeño de pretensión de todos los animales de la comarca.
Uno a uno le prometió
ofrendas y matrimonio a la millonaria vedette, pero ninguno caló en su capcioso
gusto; el recio toro, el orejón perro y otros tantos más.
Todos fueron rechazados
hasta que llegó mi turno; no tenía nada que ofrecer más que mi gran y sincero
amor. Esto fue la clave para que mi querida Cucarachita me aceptara.
Nos casamos y vivimos
felices por muchos años.
Un fatídico día la Cucarachita
me estaba preparando un sancocho y salió a la tienda a comprar comino. Me había
encargado de cuidar el hervido, advirtiéndome que no lo sopeteara.
Lamentablemente hice caso
omiso a sus instrucciones. Traté de agarrar un pedazo de cebolla que apetecida flotaba
en la olla. Alargué el brazo lo más que pude y cuando la tuve, trastabillé
sobre la cocina y fui a caer dentro del ardiente recipiente.
Al llegar la Cucarachita a
la casa me buscó por todas partes, miró hacia la cocina y vió algo que se movía
dentro de la cacerola. Un grito de desesperación se oyó por todo el lugar.
Los animales que estaban en
la cercanía corrieron raudos y lograron sacarme de la candente cazuela, con
pedazos de verduras pegados por todo el cuerpo. Me llevaron al hospital donde estuve
por mucho tiempo en recuperación.
Hoy todo remendado y
emparchado agradezco a mi amada Cucarachita Martínez por todos su amor y cuidados
para conmigo.
Esperando tener muchos años
más de vida para continuar con mi comprometido legado de dejar algunas monedas debajo
de la almohada de los niños, cuando se le ha caído un diente de leche y…colorín
colorao este cuento se ha acabao.
Basado en el cuento
venezolano de la cucarachita Martínez y el ratón Pérez de Antonio Arráiz.
17-03-2024
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.