Por Humberto Frontado
Pende de sensitivos hilos
que descienden de un cúmulo
de extrañas obstinaciones.
Es esclavo de la magnánima
pureza intelectual y moral
de las manos que signan su
destino.
Es dócil fruto de un amasijo
de designios que se han ido
construyendo en sí mismo.
Es consciente de sus actos,
que son dominados por su inconsciente:
actos predestinados
en todas sus intenciones.
Sus pensamientos se baten
en el gran dilema
que representa su libre
albedrío.
Vive eternamente
a espaldas de sus
libertades y deseos.
Es ajeno a lo que devendrá
de sus pensamientos,
en cualquier estado de
tiempo y espacio.
Aún actuando bajo la
influencia
de esos mortíferos hilos,
que se enganchan como
garfios
por todo su cuerpo,
se sacude, patalea
y al final comprende
que es parte del libreto
de la coreografía de su vida.
Caído y desplomado,
como si los hilos
que lo atan se hubiesen
desprendido,
implora libertad;
quiere valerse por sí mismo.
Siente un hálito de vida
cuando ve sus lágrimas
bajar presurosas
la pendiente de sus mejillas;
ve en ellas cierta libertad
que lo inspira a ver
la senda de su furtivo
fin.
30-03-2024
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.
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