Por Humberto Frontado
Mi flux es de
casimir inglés,
es azul
marino todo completo;
no tiene
mucha pinta
pero tiene
apariencia
de alto
costo.
Adquirido
de un sastre a la medida,
cumple con
el primer precepto materialista:
es de la
mejor marca,
así no sea
de mucha utilidad.
Traje cosido en lo que poseo
y lo que simulo,
se mueve con
pasos
hacia la
obsesión
al dinero y
propiedad.
Hecho
con hilo
de una
madeja social
que zurce a
los más aptos;
a los especímenes
sobresalientes
de rígido
ego altanero
capaces de
todo.
Flux que es
carta cabal
para dar
rienda suelta
a los
antojos más raros,
salidos del
más excéntrico ego.
Ocupando
el centro del gran salón
deslumbro en
apariencias,
todos me
quieren imitar;
quieren
impregnarse de mí.
Investido en
apariencia
voy valorando
a los que me
rodean
según sus
posesiones:
que tengan similar
flux
u otro con
más pinta.
Este traje
tiene
un
magnetismo raro,
atrae gente
con trajes parecidos,
gente con
voraz apetito
de tener
cada vez más.
Envuelto en
este bendito traje,
me convenzo
cada vez más
que lo que
tengo
depende tan
solo de mí mismo.
Las telas se
dividen
para los enflusados
y los fracasados,
no hay término
medio.
Si no tienes
flux
no vas al
baile.
Invitado a la
fiesta
bailo al
paso del resto
de los enflusados,
al ritmo que
nos impone
la dinámica
del fiero consumismo.
Ya viejo abro
el armario con pesar,
veo mi preciado
flux
guindado en
un gancho
todo
arrugado y descosido.
Me deprime
que no
me haya alcanzado
la vida
tan sólo para
saber
qué es lo
que quiero.
24-03-2024
Corrector de
estilo: Elizabeth Sánchez.
Excelente
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