Por Humberto Frontado
Hizo
notoria su presencia
al bajar de aquel escaso bote,
asida del ala de su blanco sombrero.
Ataviada de
un níveo
y almidonado lino
que ondulaba al viento,
caminó contando los pasos.
Apresurada
subió
el solitario cerro,
divisó la profundidad del deseo
y éxtasis del ocaso.
Frente
al mar compartió
su enigmática majestuosidad,
se hundió plácida en su inhóspita confusión.
Caminó
surcando
la mansa orilla,
esquivando su sinuosa marca.
Cabalgó
el viejo muelle,
danzó un siglo alrededor
de aquella espesa luna.
Miró
y transitó
la infinita cúpula nocturna
con todos sus signos astrológicos.
Apagó su
mirada,
cerró la cripta
de esos enigmáticos pensamientos
que la atormentan.
Así
como llegó se marchó,
fue un día de ambiguas dadivas
al tiempo que la posee.
12-10-2025
Corrector de estilo:
Elizabeth Sánchez.
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