miércoles, 29 de enero de 2020
EL CAMALEÓN DESNUDO
EL DECODIFICADOR DE CARACTERES
martes, 28 de enero de 2020
EL ARBOL DE ÑOÑA
Buscándole explicación a lo sucedido nos pusimos a mirar el árbol y su alrededor, y notamos algo curioso. Quedamos absortos cuando presenciamos que los pájaros que aleteaban en el sitio estaban trabajando recogiendo con sus patas parte del excremento expuesto en la cloaca, abierta al aire libre, y volando lo depositaban en las ramas y follaje del aquel maltrecho árbol
Venezuela, Cabimas, 20-05-18
sábado, 25 de enero de 2020
UN FILOSOFO CON MALA LECHE
LA VIEJA Y SU LAVATIVA
Por: Humberto Frontado
Hoy
seis de enero, ya con el sol a cuestas, alcancé la procesión del Santo Negro
frente al Hospital General de Cabimas, justo en la plaza de los chimbangles. Busqué
una buena ubicación y comencé a moverme rítmicamente, siguiendo los vaivenes
que marcan los tambores “culo e’ puya” de los autómatas chimbangleros. Sentí por
un instante que entraba inconscientemente a las fauces de una inmensa serpiente
que engullía todo a su paso.
La gente se movía al
unísono en un frenético movimiento parkinsoniano, era como si llevaban el
propósito intrínseco y desesperado de desgastar la suela de los zapatos. Como
pude me desplacé lentamente entre aquella pegajosa masa humana. Llegué al foco
de incandescencia, el cráter del volcán donde expelía a raudales lenguarada de
alcohol purificante. Por fin lo ví de cerca, estaba dando tumbos por todos
lados el empapado y bendecido San Benito.
Poniéndome las dos manos de visera para
que no me cayera ron en los ojos logré ver a detalle el obsidiano rostro del Santo
Bueno. A partir de allí, impregnado
hasta el tuétano del traqueteo rítmico, me dejé acarrear por la aglutinada
turba a través de toda la avenida Andrés Bello. Busqué estar siempre en los
bordes del enjambre humano, aprovechando cualquier sombra que mermara el llameante
acoso del impío sol que, por cierto, para estos días es extremo. También estaba
presto en tener una ruta alterna de escape por si se presentaba alguna reyerta.
Ya cayendo la noche, después de completar el
recorrido hasta la catedral de Cabimas y sin hechos pecaminosos que lamentar, vimos
hacer entrega triunfal del estropeado y empapado San Benito bajo la custodia
policial. Todavía seguíamos bailando, pero ahora en piloto automático, el grupo
de amigos sanbeniteros que habíamos formado llegó a su mínima expresión. Uno de
los muchachos lanzó una invitación al aire para los que quedábamos; sólo cuatro
aceptamos, los demás recularon y se despidieron. El generoso anfitrión nos
llevó por una de las calles próxima a la iglesia y nos hizo entrar a una vieja
construcción que tenía una sala grande y muchos cuartos alrededor. Nos brindó
unas cervezas que tenía en una cava con hielo y repartió una bolsa gigante de “cheetos”.
Compartimos un rato hablando del
recorrido, completamos con unos chistes hasta acabar con las cervezas y la
comida. Buscando compensar las atenciones del fortuito amigo me puse a limpiar
la pequeña mesa. Uno de los muchachos recogía las botellas de cerveza que tenían
algo de contenido, lo vaciaba en una jarra con hielo y luego nos repartía. Así estuvimos
un rato más hasta dejar limpio el lugar y habernos bebido todo el recogidito de
cerveza.
Caminé por el recinto, para estirar mis
adoloridas piernas, hasta verme en otro espacio de aquel amplio lugar; observé
una gran hamaca, que colgaba de unas alcayatas metálicas; tenía un gran volumen
que delataba la presencia de alguien internamente. Me acerqué lentamente hasta
llegar frente a aquella canoa multicolor, observé acostada una señora ya mayor.
La dama estaba sumergida en un líquido rojizo y sólo sobresalía su cabeza. Aquel
fluido tenía una gran cantidad de partículas que flotaban. Me acerqué a la
hamaca porque vi que comenzaba a derramarse paulatinamente aquella sopa por uno
de los lados. Al momento de tocar el borde, queriéndolo nivelar, la mujer sin
mover la cabeza me observó, por el rabo del ojo, y me dijo calmadamente.
-
Ten
cuidado, hazlo suavecito, porque si no se va vaciar todo.
Obedecí a la señora y subí mansamente el borde de la hamaca. Por un
momento cruzó por mi mente que un raudal sanguinolento iba a inundar toda la
habitación. Controlado el derrame di un paso parsimonioso de retirada hasta
tener distancia y detallar aquella misteriosa escena. Aquella gran hamaca goajira
de exuberantes colores estaba cubierta internamente con una gran bolsa negra,
de la que se usa para la basura, cortada a lo largo. De pronto me invadió la duda sobre cómo aquella
señora llenaría de líquido aquella colorida embarcación.
-
¿Qué
ves raro? – me sorprendió, con su capciosa pregunta la acuática señora
Tenía los ojos cerrados y levantó
sutilmente un poco su barbilla ante la proximidad del líquido en su boca.
-
Es que
tengo una duda. ¿Cómo hizo para llenar la hamaca con ese líquido, sin que se
botara?... le dije, rascándome la cabeza.
-
La
práctica lo hace todo, contestó en un
tono altivo y continuó: una vez que lleno la hamaca de la lavativa, me subo a
la banqueta y me voy metiendo cuidadosamente, … terminó de responder sonriendo
y abriendo sus grandes ojos negros.
-
¿Y para
qué hace usted eso?... inquirí también sonriente.
-
Es que
tengo un problema crónico de psoriasis y encuentro alivio sumergiéndome en este
líquido, contestó cerrando nuevamente sus ojos.
-
Disculpe
la pregunta, indagué apenado, ¿Qué es ese líquido?
-
Esto es
un lavatorio que me hago; está compuesto de semillas de granadas, flores de
amapolas y algunas sales. Todo esto en agua de lluvia serenada. Completo el
tratamiento con una exposición de veinte minutos al sol, lo cual me ayuda
mucho. Este es un tratamiento, rico en vitamina “D”, que me recetó el doctor
Charelys, … contestó reposada la voluminosa dama.
-
Ah sí,
yo he escuchado mucho sobre ese célebre doctor de aquí de Cabimas. Me han dicho
que es muy bueno en enfermedades de la piel. Se dice que es Rosa Cruz, Masón y
le mete a la brujería, …comenté temeroso, pensando que se podía manifestar con
una mala contesta.
-
Bueno,
en verdad este remedio me ha ayudado mucho, llevo cinco años tomando estos
lavatorios. El estrés y el calor de estos días, por los cortes eléctricos, han
arreciado el problema y se hace cada vez más grave; ahora tengo que hacer la
sumersión cada dos semanas por mes, lo que antes hacía una vez, …me respondió apacible,
como si quisiera seguir hablando.
En ese momento escuché hablar nuevamente a
los muchachos en la habitación contigua y creí oportuno dejar a la señora,
considerando que había invadido su intimidad un largo tiempo, ya que estaba en
paños menores. Me retiré deseándole avances con su tratamiento y ella me
respondió con un pícaro guiño de su ojo izquierdo.
Salí de aquella extensa sala al encuentro
de los amigos sanbeniteros
que había conocido. Los encontré en la sala de la casa comiéndose unos
calabazates, que según ellos estaban demasiados secos. Compartieron conmigo y
en confianza les comenté sobre el encuentro que había tenido con aquella
misteriosa mujer. Uno de los muchachos, el más extrovertido, exclamó.
-
¡Ah sí!
…la señora Cleotilde y sus locas creencias.
-
¿Por qué
dices eso? … le pregunté intrigado.
-
¿Seguro
la vistes sumergida en su lavatorio? … me preguntó
otro de los cuasi amigos.
-
¡Si, así
es! …le contesté, esperando más información aclaratoria.
-
Bueno, …ese
lavatorio no es más que una limpieza de cuerpo, para despojarse de las malas
influencias. La gorda cree que hay varias personas que le han hecho brujerías.
Con ese baño ella se está despojando de la pava, mal de ojo y otras vainas que
le hayan echado. La vieja morsa dice que la lavativa le devuelve su limpieza
original y la deja sin mancha. No te parece eso toda una locura – terminó
diciendo el joven.
-
¡Me jodió
y bien jodío la muérgana vieja! … exclamé desconcertado, y con su cara bien
lavada.
19-11-2019
Corrector de estilo: Elizabeth Sánchez
viernes, 24 de enero de 2020
LAS AXILAS LEUDADAS
- Ese frasco lo bote desde hace días; porque en él había echado “Polvo Royal” para tortas, que ya estaba vencido desde hace dos años y no quiero que por equivocación lo usemos.
- ¿Cómo es la vaina? Quiere decir, que yo me estaba echando en los sobacos polvo royal en vez de bicarbonato. Con razón vi que las franelas blancas ya no se manchaban en el área de las axilas. ¡Ah bueno! Definitivamente esa sustancia fue la que sirvió para leudar exponencialmente los pelos de mis sobacos. Resuelto el problema.
lunes, 20 de enero de 2020
LAS BOLAS DE FUEGO
Era un 24 de diciembre ya entrada la
noche. El cielo estaba despejado mostrando todas las constelaciones cósmicas en
su esplendor. En la calle se veía la muchachada corriendo, mientras rodaban,
con unas varillas, unos aros de rin de bicicleta. Otros jugaban al “tocaito”,
usando el poste que los alumbraba como base de libertad. Los ya mayorcitos explotaban
algunos cohetes, metiéndolos debajo de unas latas para aumentar la detonación; otros
raspaban algunos saltapericos. Toda la chiquillería estaba concentrada en su
actividad, haciendo tiempo para que se diera las doce de la noche y así ver,
por fin, lo que les había traído el niño Jesús.
A eso de las once y media un grupo
de muchachos que hablaban entre ellos, se quedaron pasmados cuando notaron que
en la obscuridad de la noche se veía, hacia uno de los cerros, una luz
titilante que se movía hacia arriba, se mantenía un rato, luego bajaba velozmente
y se convertía en muchos destellos. Los niños comenzaron a gritar, logrando
llamar la atención de algunas personas que estaban cerca. El espectáculo se
volvió a dar un poco más hacia la derecha, esta vez más alto y haciendo zigzag abruptamente,
de nuevo finalizó con muchos chispazos.
La gente asombrada comenzó a decir
que esas eran las mismas bolas de fuego que otrora habían aparecido por los
lados del Cerro Pelón. Solo que, esa vez las esferas de fuego eran más grandes,
venían de mucho más arriba y se dirigieron hasta la playa. El mar las engullo y
solo quedó una columna de humo en el sitio. La gente dice que se oyó un
estridente chirrido, semejante al que hace un sartén caliente cuando se le echa
agua. Un señor vestido con un gran palto negro dijo, señalando hacia el cerro.
- Esas
son cosas del demonio y, es castigo para los muchachos que se portaron mal este
año.
Una señora que lo escuchó hablar
exclamó molesta.
- !Cállate
Mojito! que vas a asustar a los muchachos. Anda pa´que Pedrito a seguir
bebiendo.
De nuevo salió la luz, otra vez
desplazándose un poco a la derecha. Pero haciendo círculos con destellos hasta
desaparecer. Ya era mucha más la gente que estaban viendo el espectáculo de las
bolas de fuego, en el pueblo de Valle Seco. Hubo un espectador que incito al
resto de la gente a ir al lugar para averiguar de dónde venían las luces y
porque ocurría el fenómeno. La gente se persignaba y decían algunas oraciones
con la esperanza de que se aplacara la furia de satanás y que fuera más tolerante
con los niños desobedientes. La cuestión fue que no se repitió más el
espectáculo de luces por el resto de la noche. Las personas ya calmadas regresaron
a sus casas. El niño Jesús llegó puntual, aunque solo para algunos, para los
que se habían portado bien. El resto esa noche no durmió pensando en las
palabras que había dicho el viejo Mojito.
Temprano en la mañana apareció el
jefe civil. Caminaba entre los chicos que contentos jugaban en la calle, con lo
que el niño Jesús les había traído. La gente se extrañaba por la presencia del
personaje y más sabiendo que ese era día de dormir hasta tarde, inclusive hasta
para la máxima autoridad. La gente se decía: para que haya venido a pie desde el
Cardón, tenía que ser por algo muy importante. Probablemente por algún problema
de pelea en el bar o en alguna casa entre marido y mujer.
- ¿Qué te
trae por aquí Benito? – preguntó Lolo desde dentro de su bodega.
El jefe se acercó hasta el mostrador de la bodega y, quitándose el sombrero,
le pregunto al viejo.
- Lolo… ¿qué
has oído decir sobre unas luces que aparecieron anoche por los cerros?
El viejo bodeguero hizo una mueca de duda con su boca y le contestó.
- Benito,
en verdad yo me acosté temprano y no supe nada de nada; pero. Chón me contó que
en la mañana la vecina le dijo que ayer en el cerro aparecieron tres luces que
se movían haciendo piruetas en el aire y luego caían haciendo unos destellos.
Eso fue antes de las doce de la noche.
El Jefe Civil se despidió y continuó
interrogando a otros vecinos de Valle Seco sin encontrar muchos detalles. Les
dejó dicho que: si encuentran alguna información adicional, sobre el evento, por
favor me lo hacen saber.
Ya habían pasado dos semanas después
del espectro de las luces, cuando se apareció nuevamente el Jefe Civil ahora
acompañado de dos policías. Llegaron directamente a la casa de Juanita Pacheco
buscando a su hijo mayor llamado Orlando. Lo levantaron de su hamaca y, aún sin
cepillarse los dientes, se lo llevaron sin darle explicación a su madre. En el
mismo recorrido fueron también a las casas de Congo y de Buche e’ perico y los
detuvieron de la misma forma; a los tres se los llevaron a la comisaria.
El Comisario los interrogó y los
chicos confesaron su delito. Los detuvieron por tres días, uno por cada uno de
ellos, y le dieron como castigo barrer y pintar toda la plaza Bolívar en una semana. La mamá de Orlando
preocupada, llegó a la comandancia para que la máxima autoridad, su suegro, le
explicara por qué había detenido a su muchacho. El señor comisario pidió a la
señora Juanita que se calmara y tomara asiento, que ya le iba a contar todo; comenzó
diciendo.
- ¡Mira
mujer estos tres muchachos son unos demonios! Resulta que, el día veintitrés de
este mes, con una trampa de varejón, que se usa para agarrar conejos, lograron
atrapar tres Zamuros; los metieron en unos sacos de fique, y los escondieron debajo
de unas retamas en la quebrada del cerro. Cuando llegó el día veinticuatro, se
fueron escondidos en la noche y regresaron al sitio donde tenían las aves de
rapiña. Allí esperaron agazapados, hablando en voz baja sobre el maquiavélico plan,
hasta las once y media de la noche. En ese momento cada uno tomo un pajarraco y
les empaparon el plumaje con querosén. Se separaron, cada uno tomo posición en
un cerro diferente. Comenzando por la izquierda fueron prendiendo fuego a los guaraguaos, con
intervalos de tiempo de más o menos diez minutos. Los pobres zamuros, envuelto
en llamas, volaban sin orientación, en medio de la oscuridad, todos
despavoridos hasta que se estrellaban contra el suelo, botando chispas y
terminando de morir; esos eran los destellos que la gente veía al final de cada
bola de fuego. Todo esto que les estoy contando lo supimos gracias al bocón de Buche
e´ perico. Él se rascó hace días en el bar de Pedrito y se puso a alardear y a contar
de su gran hazaña a las personas que estaban allí, sin saber que entre ellas había
un policía que estaba de descanso.
- Así que... ¿qué te parece Juanita?
La señora Pacheco,
apenada por lo sucedido, se levantó de la silla y alzando la voz, para que la
escucharan los tres reos que estaban en el calabozo, exclamó llena de cólera.
- Si yo
fuera el Jefe Civil de Coche los hubiera castigado, por bandidos y
desvergonzados, con un año de cárcel y limpiando a Coche de cabo a rabo.
Venezuela, Cabimas, 18-12-2019.
Resumen de la ultima entrega
MUSA ANFIBIA
Por Humberto Frontado Busca atravesar los prolongados esquicios de la noche, donde los destellos de la incipiente luna llena ...
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Por Humberto Frontado Busca atravesar los prolongados esquicios de la noche, donde los destellos de la incipiente luna llena ...
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Por Humberto Frontado D etrás del telón hace un precalentamiento vocal y una corta meditación, se atiborra de una rara esen...
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Por Humberto Frontado S e ven venir desde las hondonadas de mengua luz, algunos días convertidos en pompas que suben perezo...