En una
oportunidad saliendo de un trabajo por los lados del muelle de Lagunillas decidí
visitar a mi familia que vivía en Puerto Nuevo, uno de los campos petroleros. Después
de almorzar entablé una amena conversación con mi padre. El viejo me preguntó sobre
el tipo de actividad que había realizado en el lago y le respondí que había ido
a ver la toma de un registro en un pozo. A lo que mencioné la palabra registro
mi padre mostró una cara de interés por el tema y me dijo.
-
Ahora
que hablas de registro de pozo te voy a contar una cosa que me sucedió hace
muchos años atrás. Estando de capitán de lanchas en la compañía (Shell), una
noche se me presentó un dolor en el brazo derecho que no me permitía realizar a
cabalidad la actividad. A partir de allí cada vez que asistía a la guardia de
noche se me neutralizaba el brazo, era un dolor agudo que nacía en el hombro y
se prolongaba hasta la punta de los dedos; atribuía la dolencia al frío de la
noche. Un día, obviando la asistencia médica que me brindaba la empresa ya que
los doctores eran todos recién graduados, decidí ir a visitar a un médico muy
famoso, llamado Charelys, que atendía en la ciudad de Cabimas.
Papa con
memoria prodigiosa continúo narrando su interesante historia, Mencionó que
había llegado temprano en la mañana al centro de Cabimas por los lados de la
Catedral. Estacionó su carrito Ford Falcón en las inmediaciones de la calle Miranda.
Esta vía, más adelante, se haría muy famosa y se conocería coloquialmente como “la
calle del hambre”. Caminó hasta un edificio de dos pisos ubicado detrás de la
prefectura, entró y observó en la planta bajar cuatro puertas, las dos primeras
cerca a la entrada tenían grapados unos cartones con los nombres de los
doctores.
A la
izquierda se encontraba el consultorio del doctor Charelys. Papa tocó la puerta
y una voz ronca, moldeada por el consumo diario de por lo menos dos cajas de
cigarrillo, le contestó que pasara. Al entrar en la pequeña habitación papa
caminó hacia el médico y le estrechó la mano. En ese momento se cambió la
expresión huraña del médico y la de desconcierto que tenía mi padre, ambos
optaron por integrarse. Por la unión de las manos determinaron que eran
hermanos masón. A partir de allí se instalaron en una conversación amena sobre
las logias donde asistían y otras cosas. El doctor miró de reojo su viejo reloj
de pulsera y muy disimulado le preguntó qué lo había llevado hasta él.
El doctor
Charelys era un faculto en muchas ciencias, se decía que trataba todo tipo de
enfermedades en humanos y también de algunos animales. Tenía en su haber la
elaboración de un cumulo de remedios y reconstituyentes, que dependiendo de la
complejidad química los preparaba ahí mismo en su consultorio, o si no lo
mandaba a elaborar en la Farmacias Petrolandia o la Razzeti, que estaba muy
cerca de allí. Además de ser masón era Rosacruz y, también se decía, que pertenecía
a otras benignas sectas. Creó con su abnegado trabajo y su incólume personalidad
un áurea de ser prodigioso ya que se le atribuían varios milagros, algunos
decían que él era el José Gregorio de Cabimas.
Después que
auscultó a papa le colocó una inyección en el brazo y le dejó una receta para que
le prepararan un ungüento en la farmacia. Terminada la consulta papa le pagó
dos bolívares y en confianza le preguntó.
-
¿Doctor,
que quiere decir ruidólogo?
El doctor
levanto la mirada y como buscando una respuesta sencilla le respondió.
-
¡Ah¡
ya sé por dónde vienes…de seguro leíste el rotulo de la puerta que está al
frente.
Papa contestó moviendo tímidamente su cabeza.
- Ve
hermano, esa historia es muy interesante y con gusto se la voy a contar, pero
como es larga, le cuento hoy una parte y el resto lo dejamos para la próxima semana,
cuando terminemos con tu brazo.
El galeno
le pidió a mi padre, mientras encendía un cigarrillo, que tomara nuevamente
asiento. Comenzó diciendo que la ruidología era una pseudociencia experimental
desarrollada por un ingeniero exempleado de una contrata ubicada Ciudad Ojeda
llamada Welex. El profesional era un gringo que había participado en la
invención de una herramienta que podía medir la calidad del cemento detrás del
revestimiento de un pozo. Básicamente ese artefacto era un registro capaz de
medir las emisiones de sonido a través de los materiales. El instrumento lo constituían
dos secciones, una que era un emisor de sonido y la otra un receptor; con el
tiempo de transito del sonido se determina la calidad de cemento. Mi papa
estaba muy impresionado con la explicación, aunque no había entendido a
cabalidad todos esos términos técnicos.
Dijo que el
musiú renunció a Welex después de trabajarle más de diez años, luego utilizando
sus conocimientos desarrolló una de las variables de la herramienta, específicamente
la de recepción del sonido, a la cual le amplificó su usó con el objetivo de
escuchar el más mínimo ruido.
-
Bueno
hermano, hasta aquí lo dejo con su curiosidad, lo veo la próxima semana.
Intempestivamente el viejo galeno cortó el cuento mientras volvía a ver
su reloj. Mi padre complacido agradeció el gesto de su hermano por la
información, le extendió la mano y se marchó.
Después de
haber transcurrido la semana de espera papa regresó a verse con el médico
nuevamente; llevaba más interés en continuar escuchando la historia sobre el doctor
ruidólogo que en la de saber cómo iba lo de su brazo. Entró al consultorio de Charelys
y lo saludó ya con más confianza, hablaron un rato mientras el doctor le pedía
que estirara y encogiera el brazo derecho y luego que lo levantara y bajara
varias veces. Después de la terapia el médico le preguntó a papa como sentía su
brazo y él contestó.
-
¡como
una uva, doctor!
El cirujano movió su cabeza asintiendo mientras decía.
-
Bueno
hermano esto está listo, será hasta la próxima, cuídese y úntese la crema,
sobre todo cuando esté en la guardia de noche, el ungüento es mentolado y le dará
calor al área afectada.
Mi papa presintió que el doctor había
olvidado lo del ruidólogo y sin pensarlo dos veces se lo recordó. Charelys se
puso la mano en la cabeza y reconoció su olvido exclamando sorprendido.
-
¡Si
es verdad mi hermano! Le había dejado pendiente el resto de la historia. Habíamos
quedado en… ah sí, ya me acorde - dijo
el médico mientras se acomodaba en la silla y encendía un cigarro.
Comenzó diciendo
que el nombre del ingeniero era Aurelius Kukass y no era americano sino
noruego. Había venido a Venezuela hacía muchos años atrás trabajando con la
compañía Welex. Era un hippie de pelo largo y se vestía siempre con
unas extravagantes camisas hawaianas de todos colores. Vio la oportunidad de garantizar su futuro después de su renuncia,
utilizando su invento para evaluar ahora el cuerpo humano. La técnica consiste
básicamente en escuchar los sonidos que internamente produce el cuerpo humano. Dependiendo
del órgano, él le determinó, que cada uno tiene una sonoridad y una frecuencia
especifica. En estado de reposo cada órgano emite una frecuencia sonora de
cierta intensidad y características constantes.
En la
pequeña habitación míster Kukass tenía cuatro cartulinas desplegadas por toda
la pared del cubículo como una tabla explicativa. Cada órgano indicado en la
tabla sinóptica tenía una breve descripción con datos y medidas en decibeles,
frecuencias y algunas acotaciones escritas casi en el borde de la lámina. Esta
información la iba obteniendo de todos los pacientes, que día a día, él
auscultaba. Cuando los datos obtenidos se salían de los patrones, que él
consideraba normales, tomaba notas, comparaba, sacaba conclusiones y recetaba.
Él decía, por
ejemplo: para el caso de los intestinos si se sabía la hora de la última comida
del paciente se podía determinar problemas de estreñimientos, ulceras e
inflamación. Los ruidos que emiten las tripas durante su trabajo y movimientos
son únicos y allí está toda la verdad de su funcionamiento. Lo mismo sucede con
el estómago y su sonido, que permite dictaminar casos de ulceras, malformaciones
del píloro en los niños, problemas de gastritis, acidez y reflujo.
Aurelius con
su invento ha atendido casos de esquizofrenia, epilepsia y Parkinson; somete a
los pacientes a largas sesiones de tratamiento, muchos de ellos se han
recuperado. Para estos casos ha elaborado una ilustración particular con muchos
más datos. Él dice que los ruidos de una cabeza normal son tenues y sinuosos como
los que emiten las olas de un mar tranquilo. Mientras que la de los trastornados
suenan idénticos a un caudaloso y estrepitoso rio con muchos riscos y cascadas
en su trayecto. En la sección con este tipo de pacientes les coloca, adheridos
al cráneo, unos sensores que emiten sonidos imitando las tranquilas olas y, al
cabo de unas horas logra estabilizar la conducta del desequilibrado paciente.
El efecto de cura a lo sumo dura como unas ocho horas que para el enfermo y su
familia es un tiempo formidable.
Tiene una
tesis que si una persona epiléptica, al levantarse, toma una hora de
tratamiento sónico elimina los momentos de crisis en un 70%, ya lo ha
demostrado en varias personas. En lo último que ha trabajado es en la determinación
de las cuentas de espermatozoides en el hombre. Logró adaptar en su herramienta
un amplificador de recepción ultrasónica (1). Ha llegado a captar sonido que ni
los perros, ni los murciélagos pueden escuchar. En el examen seminal ha llegado
a determinar las cuentas de espermatozoides activos en los testículos, sin tener
que esperar que la persona los eyacule, lo cual ayuda a ser más eficiente en la
evaluación o conteo seminal. Una vez entró a mi consultorio describiéndome muy emocionado
la increíble intensidad y sonoridad que emiten los espermatozoides que están en
constante agitación, decía que era prácticamente un rebullicio
descomunal. Lo último que se supo del ingeniero Aurelius Kukass era que había
viajado a Austria para trabajar en la ecografía.
Con esto último
contado por el doctor, mi padre quedó con más dudas que aciertos. Charelys le
dio la mano a mi papá y le agradeció el interés que había puesto en todo lo que
le había contado. Cerró diciendo que él se había apoyado innumerables veces del
ingeniero Kukass cuando ya no podía hacer nada con pacientes que ni siquiera José
Gregorio Hernández había podido ayudar. Cabimas siempre les estará agradecido a
estos tres doctores por todos los milagros que han logrado en el campo de la
salud.
El
conocimiento del doctor Charelys era una amalgama de influencias de astrología,
magia blanca, homeopatía, alquimia, acupuntura y un largo etcéteras. Él decía
que el conocimiento y estar inmerso en todas las religiones posibles le permitía
llevar al paciente a un plano emocional necesario para que aceptara integrarse
en pleno al tratamiento indicado.
Venezuela, Cabimas, 01-12-19
Notas:
(1)
Ultrasonido:
Es el sonido que va más allá de lo que puede percibir el ser humano ya que está
en una frecuencia más alta de lo que puede escuchar el oído. Nuestro límite se
encuentra entre los 20 y 20,000 Hz. (10 y 20 KHz) Los animales en cambio,
tienen la capacidad de escuchar sonidos que superan esa frecuencia.
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