Por: Humberto Frontado
¡¿Quién te habrá cortaoér maruto?! es una vieja expresión del oriente del
país y se usa para reprocharle, odiosamente y con cierto matiz de jocosidad, a
alguien que acaba de meter la pata en una acción. Ese mal proceder de la
persona, al que nos referimos, puede ser con o sin intención y a veces por
equivocación. En la isla de Coche, donde su uso es frecuente, la reprimenda se
hace, más que todo, a un conocido o a un familiar ya que puede traer efectos
colaterales.
La expresión, en su contexto, responsabiliza
directamente al individuo que ejecutó el corte del cordón umbilical durante el
parto del torpe cristiano. Se cree que el partero en su labor deja cierto
fulgor de su condición espiritual y emocional en el atendido. En tiempos remotos
se acostumbraba que el trabajo de alumbramiento y corte del umbilical lo
ejecutara una comadrona o un práctico; para los habitantes del pueblo ellos
representaban conocimiento y generosidad; habían forjados una historia de
confianza hartamente conocida.
Era tan importante los lazos
entre los parteros y comadronas con la comunidad que la atención de un nacimiento
los distinguía con el honor de hacerse compadres de los progenitores del recién
nacido a partir del servicio. Cada muchacho que atendían la comadrona era su
ahijado; se daba el caso que ella podía ser recomadre hasta doce veces, era más
que una hermana para una parturienta. De allí la importancia de cuidarse al
decir la resbaladiza expresión ya que el aludido podía ser un familiar y lo más
seguro es que fuese nuestro padrino.
Imaginemos que después de decir
la impertinente frase haya algún presente que nos dé ésta respuesta: esa(e)
fue; la vieja Genarita Córdova de Valle Seco, San Pedro de Coche; la comadrona más
güena, Margarita Soto en Punta Icotea, Cabimas, Zulia; Don Pancho Sánchez en
Sabaneta, Coro, Falcón. Estas y otras personas acumularon por años varias
generaciones que fueron atendidas en su nacimiento. Muchos conocimos de nuestras madres o algún
familiar esa información, que puede ser banal para algunos e importante para
otros.
En la búsqueda del origen de la bellaca
expresión empezamos por descifrar la presencia e importancia del maruto en el
tiempo. Primero indicaremos que hace su aparición desde el momento en que la
matrona, atendiendo un parto, hace el corte del cordón umbilical. Ese
resultante (ombligo cutáneo) que queda adherido a la panza se cae entre una a
dos semanas después; anidará entonces una cicatriz que tomará el prolijo nombre
de ombligo, maruto, cachimbo, y otros apodos más dependiendo del pueblo o país
donde estemos.
Con el paso del tiempo lo normal
es que se vaya metiendo en la piel, en la propia sutura umbilical.
Hay algunos niños que les queda el ombligo hacia fuera como una pequeña tropa
de elefante; y otros ya más grande adoptan el hábito de chupar alguno de
sus dedos y con la otra mano se jalan el cachimbo y lo hacen aflorar. Aún se acostumbra
a reducir los marutos brotados colocando una moneda que cubra la cicatriz y se
asegura con una tira de tela que de vuelta a la cintura.
Se dice que en tiempos lejanos
el resto del cachimbo que quedaba con su placenta eran enterrados en algún
lugar de la casa. Si provenían de una hembra se sepultaban en un hueco horadado
en algún rincón de aquel piso hecho de barro; si era de un varón se ocultaba en
el patio, pegado a una de las tapias divisorias o próxima a la cerca hecha de
retamas y cardones. Esa ubicación de aquella extraña plantación garantizaba a
futuro que la hembra fuera hogareña, apegada a los quehaceres de la casa;
mientras que los machos se aferrarían a la responsabilidad de la brega en el
campo y la siembra.
Se pensaba también que esta
costumbre ancestral venía por el designio de los padres de atar a los hijos a
la comunidad. No era bien visto a los que pretendían emigrar a otros pueblos. Había
una expresión que aludía a los que partían hacia otros lares: “Déjenlo
tranquilo… que ese va a regresar…él tiene el maruto sembrado en este lugar”.
Si analizamos la expresión desde
el punto de vista antropológico encontramos que el ombligo humano, tomándolo
como un fenómeno aislado, puede parecernos algo que no tiene sentido ni
importancia. Dicho por los que saben, es muy poca la atención que le prestamos
a la importancia que tiene nuestro origen trascendente (Usando una percepción
filológica de “Victor Frankl”). En ese sentido, la única forma de entender el
maruto es viéndolo en el contexto de su historia prenatal, y allí está la
referencia del origen del hombre con respecto a su madre.
En claras y diáfanas palabras el
cordón umbilical es la vía por donde transita todo un flujo de información consciente
e inconsciente. A través de él se lleva a cabo el intercambio emocional entre
el ser que está por nacer y su madre. Toda esa información a lo largo de nueve
meses nutre al infante. Captará momentos de felicidad, alegría y otras cosas
buenas; pero también recibirá muchas otras de angustia, dolor y preocupación. El
líquido amniótico sirve de aislante que amortigua sonido y movimientos
perturbadores. El bebé
flota como un astronauta en el vacío del espacio que solo tiene el umbilical que
lo conecta a su seguridad existencial. Por eso la importancia extrema de ese
cable conector en el momento cuando se ejecuta el cese de información a través
del corte.
Otrora encontramos a esa
persona que cortó tantos maruto con las manos: todavía impregnadas del olor del
nepe para los cochinos; ardidas de estar pilando maíz o recoger leña en el
monte; salobres por haber cargado o amarrado sacos de sal en la salina y
también por haber salado pescado; aun manchadas de sangre de gallina o de
puerco acabados de matar. Esas manos toscas y fuertes para el quehacer diario,
en ese momento crucial se hacían suaves, delicadas, para hacer el trabajo de
parto y el corte preciso, tierno y menos traumático que extinguía ese flujo sentimental.
Esa incisión, según las
comadronas, marcaría al inocente en sus acciones futuras. La comunicación sensitiva que había entre
la madre y su hijo se interrumpe físicamente, pero se trasmuta a otro plano
comunicacional más etéreo, sublime que hasta este momento no lo hemos podido concebir
del todo. Eso solo lo entiende y siente una madre con su hijo.
Este significado místico que en
antaño tenía esa separación entre dos seres y que luego se uniría, pero de otra
forma, se ha perdido en el tiempo. Actualmente un médico de guardia fácilmente
puede atender cinco y hasta más partos, cortando ombligos a diestro y siniestro,
sin ningún tipo de arraigo sentimental, sin ese sentimiento irrigante de unión
que significa vivir en familia, en comunidad.
El maruto es la primera cicatriz
que anotamos en el centro mismo de la bitácora cutánea de nuestro cuerpo, que
después serán tantas que por el número y tamaño de ellas nos definirán como
muchacho desobediente, pícaro, inquieto, etc. La indeleble cicatriz del
cachimbo será de varias formas hundido, brotado, liso, nudoso, tímido,
extrovertido, chiquito, generoso, etc. La sorda definición que le dan los
médicos lo hace ver como algo sin valor e insignificante. Pero ese desconocimiento
hacia él y su origen transcendente nos separa de su importancia.
Ese botón de piel fue
simbolizado desde los tiempos bíblicos y en nuestra cultura precolonizada,
antes de la llegada de los barbaros europeos. Él fue y será referencia
folclórica de las creencias del simbolismos sexual y conductual de nuestra
especie. Hasta el punto de convertirse en el foco de una zona funcional
orgásmica, es el preámbulo al placer humano en una buena y saludable práctica
sexual. No olvidemos que él es un elemento que nos acompañara por el resto de
nuestras vidas y siempre nos recordara de dónde venimos.
La creencia ancestral es que su
forma dependerá del corte que haya hecho el partero, ya sea por su tamaño o
volumen y dependiendo de eso discurrirán hacia el niño ciertos ingredientes que
amalgamarán su comportamiento. Es allí donde nace la responsabilidad directa
del que hizo el bendito corte.
En el aspecto teológico
relacionado al maruto tenemos pasajes bíblicos que nos demuestran
históricamente el valor de su significado. Sin embargo,
hay que aclarar que son segmentos escritos y dependen de una interpretación. No
se entiende porque eruditos hermenéuticos bíblicos le dan una traducción tan
esotérica y sin sentimiento a algo tan tierno y sensiblemente narrado, por
ejemplo: En “El cantar de los cantares” (Capitulo 7 Versículo 7:2) el Rey
Salomón lo define como: (…) "Tu ombligo es un ánfora redonda donde no falta vino".
En la paleógrafa explicación se tiene que el licor es una mezcla de vino y agua;
donde el vino representa el gozo y la llenura del Espíritu Santo; el agua es la
Palabra de Dios. Debe haber una buena razón para torcer lo que tácitamente
se
está leyendo. Y más aun tomando en cuenta que son hombres y mujeres los que
participan en estos pasajes. No se entenderá y no vale la pena hurgarlo, por
eso lo dejamos hasta allí. En conclusión, el maruto ha sido y será el mismo a
través del tiempo.
Conseguimos
también un enfoque de liderazgo empresarial que alude al omnipresente ombligo.
Se trata de un llamado de atención que se hace a las personas que se lo pasan
viendo siempre su maruto. En otras palabras, son seres que viven enfocados en sí
mismo y les cuesta ver las cosas que les rodea. Mientras caminan van viendo sus
cachimbos y no se dan cuenta de los mensajes que les presenta el camino.
Estamos tan concentrados en descifrar y entender nuestras propias fuerzas y
debilidades que no nos damos libertad para ver alrededor y despejar las ideas.
También se relaciona el orgullo “con mirarse el maruto”. El orgullo puede ser el
exagerado o disminuido talento personal que podamos tener. En el caso negativo
buscaremos una excusa siempre para justificar nuestro fracaso, nos cegamos en
buscar ayuda y solo confiamos en nosotros mismos.
No podemos negar, que el
ombligo ha sido fuente de mitos, fantasías, tabúes y veneraciones, y es naturaleza nuestra buscar un significado, una utilidad,
un simbolismo a esa concavidad que todos poseemos. Hay una fábula turca que
dice: “después que Alá dio vida al primer hombre, el diablo se sulfuró tanto,
que escupió candela sobre la barriga del recién nacido dejando en ese lugar un
pequeño agujero”. En este caso los turcos son los únicos que si tiene la
respuesta clara de quién les corto el maruto. Ya para finalizar, de seguro
también debe haber una partera en Cúcuta, Colombia que se debe estar lamentando
de haber cortado el ombligo del maquiavélico Maduro en Venezuela. Ya para
finalizar hazte una pregunta: ¿quièn me habrá cortao el maruto?
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